viernes, 24 de abril de 2009

MEIRA DEL MAR





Meira Delmar, la poetisa más grande de la literatura en habla hispana y la más destacada representante del movimiento denominado Piedracelismo. Nacida en Barranquilla, Colombia (1921-2009), hija de padres libaneses. Su nombre real, Olga Chams Eljach. Realizó sus estudios de bachillerato en el Colegio Barranquilla para Señoritas, sus estudios superiores en el Conservatorio Pedro Biava de la Universidad del Atlántico y en la Escuela de Bellas Artes del centro de estudios Dante Alihieri de Roma (Italia).

Fue miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua y dirigió por 36 años la Biblioteca Pública del Atlántico, que hoy lleva su nombre.

Libros publicados: Alba de Olvido (1942), Sitio del Amor (1944), Verdad del Sueño (1946), Secreta Isla (1951), Sus Mejores Versos, Antología (1957), Huésped sin Sombras (1971), Reencuentro (1981), Laúd Memorioso (1995), Alguien pasa (1998), Viaje del ayer (2007). Las antologías: Sus mejores versos (1962), Poesía -bilingüe, italiano y español- (1970), Pasa el viento (1998), Meira del Mar: poesía y prosa (2003).
Distinciones: Doctorado Honoris Causa en Letras de la Universidad del Atlántico. Venera de la Sociedad Interamericana de Escritores. Medalla Pedro Biava del Centro Artístico de Barranquilla. Medalla Puerta de Oro de la Gobernación del Atlántico. “Orden de la Democracia Simón Bolívar”, por el Congreso de la república de Colombia, Premio Nacional de Poesía, Universidad de Antioquia. Candidata al premio Reina Sofía de España, 2009.



POEMAS:

RAÍZ ANTIGUA

No es de ahora este amor.

No es en nosotros
donde empieza a sentirse enamorado
este amor por amor, que nada espera.
Este vago misterio que nos vuelve
habitantes de niebla entre los otros.
Este desposeído amor, sin tardes que nos miren juntos
a través de los trigos derramados
como un viento de oro por la tierra,
este extraño amor,
de frío y llama,
de nieve y sol, que nos tomó la vida,
a leve, sigiloso, a espaldas nuestras,
en tanto que tú y yo, los distraídos,
mirábamos pasar nubes y rosas
en el torrente azul de la mañana.

No es de ahora. No.
De lejos viene
-de un silencio de siglos,
de un instante
en que tuvimos otros nombres y otra
sangre fugaz nos inundó las venas-,
este amor por amor,
este sollozo
donde estamos perdidos en querernos
como en un laberinto enamorado.




A LAS ACACIAS EN FLOR

Las acacias están florecidas
y mojadas por lluvia reciente,
yo te espero bajo ella sonriente
y creo ver tu silueta querida.

Apresura tu paso esperado
que ya vuelve de nuevo a llover,
hoy te espero contenta,
hoy al fin me he entregado sincera y resuelta
a creer pronta, muy pronta tu vuelta.

¡Esta lluvia me ha hecho vivir!




NUEVA PRESENCIA

Venías de tan lejos como de algún recuerdo.
Nada dijiste. Nada. Me miraste a los ojos
y algo en mí, sin olvido, te fue reconociendo.
Desde una azul distancia me caminó las venas
una antigua memoria de palabras y besos, y del fondo de un vago país entre la niebla
retornaron canciones oídas en el sueño.
Mi corazón, temblando, te llamó por tu nombre.
Tú dijiste mi nombre... y se detuvo el tiempo.
La tarde reclinaba su frente pensativa
en las trémulas manos de los lirios abiertos,
y a través de las nubes los pájaros errantes
abrían sobre el campo la página del vuelo.
Con los hombres cargados de frutos y palomas
interminablemente pasaba el mismo viento, y en el instante claro de los bronces mi alma,
llena de ángelus, era como un sitio del cielo.
Una vez, antes, antes, yo te había perdido.
En la noche de estrellas, o en el alma de un verso.
Una vez. No sé donde... y el amor fue tan sólo
encontrarte de nuevo.



MUERTE DEL OLVIDO


Se me murió el olvido de repente.
Inesperada-
mente,
se le borraron las palabras
y fue desvaneciéndose en el viento.
En busca suya el corazón tocaba
todas las puertas.
Nadie. Nada.
Y allí donde estuviera se instaló de nuevo,
el doloroso amor,
el implacable,
interminable-
mente.





EL LLAMADO


Tú estarás lejos.

Yo dejaré la vida
como un ramo de rosas
que se abandona para
proseguir el camino,
y emprenderé la muerte.

Detrás de mí, siguiéndome,
irán todas las cosas amadas,
el silencioque nos uniera,
el arduo amor que nunca pudo
vencer el tiempo,
el roce de tus manos,
las tardes junto al mar, tus palabras.

Si donde estés tú oyes
que alguna voz te nombra,
seré yo que en el viaje
te recuerdo.





BREVE


Llegas cuando menos
te recuerdo,
cuando
más lejano pareces
de mi vida.

Inesperado como
esas tormentas
que se inventa el viento
un día inmensamente azul.

Luego la lluvia
arrastra sus despojos
y me borra tus huellas.






LA TARDE

Te contaré la tarde, amigo mío.
La tarde de campanas y violetas
que suben lentamente a su pequeño
firmamento de aroma.
La tarde en que no estás.
El tiempo, detenido, se desborda
como un dorado río.
Y deja ver en su lejano fondo
no sé qué cosas olvidadas.
El día vuelve aún en una ráfaga
de sol,
y fija mariposas de oro
en el cristal de aire...
Hay una flauta en el silencio, una melancólica boca enamorada
y en la torre teñida de crepúsculo
repiten su blancura las palomas.
La tarde en que no estás... la tarde
en que te quiero.
Alguien que no conozco,
abre secretamente los jazmines
y cierra una a una las palabras.





CORAZÓN

Este es mi corazón. Mi enamorado
corazón, delirante todavía.
Un ángel en azul de poesía
le tiene para siempre traspasado.

En él, como en un río sosegado,
el cielo es de cristal y melodía.
Y a su dulce comarca llega el día
con un paso de niño iluminado.

Este es mi corazón. La primavera
que inaugura las rosas, vana fuera
sin su espejo de gozo repetido.

Y vano el tiempo del amor, que mueve
las alas de los sueños, y conmueve
la sangre con su canto sostenido




HUÉSPED SIN SOMBRA

Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.
Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.
No volverán mis ojos renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.
Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.
Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.
Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.
A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.


SONETO MARINERO

Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.

Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.

Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.

Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.

PASA EL VIENTO

De aquel amor que nunca fuera mío
y sin embargo se tomó mi vida,
me queda esta nostalgia repetida
sin fin, cuando sollozo y cuando río.
A veces desde el fondo del estío,
llega la misma música entre oída
en el tiempo gozoso, la encendida
música que cayera en el vacío.
Y quiere asirla el corazón. Beberla
como un vaso de vino. Retenerla
para creer de nuevo en la dulzura.
Pero se escapa y huye con el viento
y me deja tan sólo este lamento,
donde esconde su rostro la amargura.

VERDE MAR

I

De tanto quererte, mar,
el corazón se me ha vuelto
marinero.
Y se me pone a cantar
en los mástiles de oro
de la luna, sobre el viento.
Aquí la voz, la canción.
El corazón a lo lejos,
donde tus pasos resuenan
por las orillas del puerto.
De tanto quererte mar,
ausente me estas doliendo
casi hasta hacerme llorar .
II

¡Mar!
Y es como si, de pronto,
se hiciera claridad.
Ángeles desnudos. Ángeles
de brisa con luz. Cantar
del agua que danza una
zarabanda de cristal.

Islas, olas, caracolas.
Grito blanco de la sal...

Y el corazón, de latido
en latido, dice ¡Mar!




BREVE
Llegas cuando menos
te recuerdo, cuando
más lejano pareces
de mi vida.
Inesperado como
esas tormentas que se inventa
el viento
un día inmensamente azul.
Luego la lluvia
arrastra sus despojos
y me borra tus huellas.