viernes, 24 de abril de 2009

DINA LUZ PARDO OLAYA





Nació en San Marcos (Sucre) el 7 de noviembre de 1973 y reside en Barranquilla (Colombia); de profesión Periodista y Relacionista Pública, dirigente gremial y poetisa.

Miembro de la Sociedad de Escritores del Atlántico, del Colectivo Artístico Cultural Luna y Sol y de la Plataforma Literaria Club Dante -España-. Su poesía ha sido publicada en varias ediciones de la Revista-taller Luna y Sol, en la antología: “Homenaje a la familia” de la misma revista, Antología de Poesía Universal “Rostros y Versos” (El Salvador) y en la revista Literaria Club Dante.

Libros publicados: “El leve trazo de mis huellas” y “Albricias y un ponqué de ilusiones”, Orquídea Editores (2007); “Quebranto de flor”(1998), Ediciones Luna y Sol.

Correo electrónico: dinapardo07@hotmail.com



POEMAS:


EL LAMENTO DE UN ACORDEÓN

El lamento viene con el viento
vestido de acordeón
y llora cada nota en reposo
o cuando se estremece el corazón.

¡Ay!, cómo llora el acordeón en sus manos,
se turba la noche, se enfada el día
y la montaña pierde su equilibrio;
es un eco tan sublime
que viene de los confines del mar.

Cada melodía es una historia,
cada historia una lágrima
y cada lágrima un hueco en el corazón.
¡Ay, corazón!,
corazón de mis silencios y mis alientos
reposados en la gaviota del adiós.

Dolió tu partida al son del tambor,
del “wiro”, la caja y la armónica.
Ellos, junto al acordeón de tus sueños,
guardan un espacio que esparce
tu esencia en mi memoria.

Yo sin ti… yo sin ti soy
lo que este acordeón es
sin el viento de tus besos.

¡Ay!, cómo llora el acordeón…
sin tus manos, sin tu canto.


VERDAD ABSOLUTA
Como te amé
sólo yo pude hacerlo,
más de lo que yo te amé,
sólo Dios.


SE ME QUEDÓ UN PEDAZO DE MAR
EN LAS ENTRAÑAS.


Se me quedó un pedazo de mar en las entrañas,
desde que llegaste como viento apacible.
Allí, las olas se ensalzaron con tu presencia
y la bruma se tendió para esperarte.

Se me quedó el mar enraizado en la mente
y ahora no dejo de pensar en sus olas,
ni bañarme con la tarde cuando el sol se despide,
en medio de las sombras de alta mar.

Se me quedó la vida alojada en las costas,
con el sonido de caracolas y el canto de gaviotas,
mientras un pedazo de mar
revienta la fuente de mis entrañas
y me desboco sobre un largo río,
que me abraza en su caudal
y me diluye mar adentro.



ME DUELES TANTO AMOR

¡Me dueles tanto amor,
que mi alma enlutó por siempre!,
me duelen las palomas que se espantan
en cada llegada de tu recuerdo,
me duele la tarde acaecida
que se derrama en mis lágrimas;
me duelen las cuerdas rotas de mis suspiros
cuando abrazo tu presencia ida.

¡No regresarás!, es un hecho,
mi alma en duelo sabe
que no hay forma ni fondo
para sacarle este dolor afilado al corazón.
¡Lo acepto!
Esta herida sólo sanará
cuando el sol brille siete veces más que hoy
y “el mar sea de cristal”.
Hoy aquí, amor,
¡me dueles tanto!


SI DIOS UN DÍA...

Si Dios un día, después de muchos
permitiera ponerte frente a mí,
aunque sólo pueda sostenerme en un bastón,
aunque sólo pueda ver a través de mi oído,
aunque el agua me parezca arroz,
aún así te reconocería,
aún así te amaría.

Lo que no sé… lo que no sé,
es si tenga fuerzas para dar un paso,
para mirarte sin que se humedezcan mis ojos,
no sé, no sé si pueda extender mis brazos
para abrazarte,
no sé si aún tenga suspiro para alcanzarte.

Si te tuviera frente a mí,
no sé qué haría,
te amo tanto
que no soportaría
una partida más.



YO NO SOY LA MADRE


Yo no soy la madre
que agoniza sin pruebas de subsistencia,
mientras su hijo, aprisionado en la selva,
ve pasar la vida sin esperanzas,
ni soy la madre
que vio partir a su hijo hacia tierras desconocidas,
tal vez desiertas al inclemente zarandeo de los días.
¡Dios, acarícialas con tu misericordia!

Yo no soy la madre
que muere dejando a su pequeño,
indefenso y desprotegido,
mientras una malvada madrastra
le trastocara la vida, haciéndosela pedacitos.
¡Dios, abrígalos bajo tus alas!

Yo soy la madre, que aún con los ojos enlagunados
y con menos vida que ayer,
doy gracias, porque tuve el privilegio de saber a mi hija
en El Reino de los Cielos.
LLOVERÁ… ESTA NOCHE LLOVERÁ

Lloverá,
esta noche lloverá.
Llegó el invierno
y se espolvorea ese olor a tierra mojada,
olor a lluvia, olor a mi sabana, olor a mi infancia.

Aquellos días en que mis ojos vieron
los matorrales gustándose en su savia,
la llegada del colibrí sobre la cayena,
el vuelo de mariposas entre nubes y margaritas.

Lloverá, me lo dice el cielo,
con su luna y estrellas de cercos negros,
me lo dice el viento de oriente,
me lo dice el corazón.

Este invierno casi constante,
desbordando el río,
damnificando a mis terruños,
desplazándolos, arruinándolos.

Esta lluvia no será como la de mi infancia,
con la que soñaba, brincaba y chocaba
a la llegada de cada gota,
que de a chorros me inundaba el ser.

Esta lluvia madura y fuerte,
no es el sueño de muchos:
es la pesadilla, es la pérdida.

Huele a lluvia con gotas afiladas,
huele a relámpagos homicidas
y tormentas devastadoras.

Esta noche lloverá,
me lo dice el cielo,
me lo dice el corazón.


VUELO DE JAZMINES


A la poetisa y amiga Meira Delmar.

Mis dedos lagrimean sobre el teclado,
mi alma relampaguea con cada palabra parida
y mi estómago se retuerce
en medio de la soledad.

Esta soledad que transforma el ánimo,
este silencio que parece perenne,
forma estacas a la entrada del presente.

Meira estaba sola, lloraba en medio de la soledad,
los amigos de Meira Delmar habían partido;
desde entonces,
conversaba sólo con la soledad,
hablaba mucho en sus labios,
callaba demasiado en el corazón.

Se le atestó la vida de ausencias y desiertos
en repetidas olas y atardeceres disipados.
Nos regaló el vuelo de jazmines,
un fino aroma a jazmines deshojados al viento,
al cargado viento de marzo,
desprendiéndose tras la muerte para ser de tierra,
olvido inminente sobre el césped de los años;
para ser de mar,
donde las olas se recrean con sus versos
y de aire, donde vuela tras el inmensurable
recuerdo suyo.

Cuanto pude, la tuve cerca,
cerca de su lira y de su soledad,
cerca de su dolor y de su rostro angelical.

…Soledad,
esta ausencia que no necesita ser pensada
para sentirla,
y este dolor que no necesita recordar para extrañarle,
por siempre.




LA RECETA DE HOY

La cocina espera por mí
para hacer contigo mi mejor receta.

He adobado tu piel, con dulces fragancias a naranja,
le puse la sazón de mis manos
y a los olivos le extraje su opulento aceite,
para que el roce sea fluido, suave, armonioso.

Ahora tras mezclar y entremezclar,
han quedado residuos en mis uñas.
Se me quedó empotrado algo de ti,
así que lameré uno a uno mis dedos,
para que tu amor no solo se me entre por tus besos,
tus caricias y tu sexo.

El vino…
El vino lo caté en tu sonrisa
que me dejó un halo de entrega total,
de una cosecha que hoy ya no existe,
que me ebria y me endulza
la última libido de mi pudor.

Todo está dispuesto,
te cociné a la temperatura total de mi cuerpo,
de mi vientre,
probé y supe que mi plato era perfecto;
exquisito… para repetir.


MI BOCA
I
Mi boca…
que te toca y te saborea,
que te unge y te excita,
que te explora y te reconoce mío.
Mis labios opimo escarlata…
que florecen en tu boca
que descubres al final del túnel
que te embriagan con su pócima
y te hace perder la calma.
II
Mi boca…
que te humedece y te sacia
que te roza y te estremece,
que te besa y te acaricia,
que te ama y te hace fenecer
y con otro beso vuelves a nacer.
Te doy solo un respiro,
para que beses mi boca
y con mi boca yo bese la tuya
una, dos, mil lunas más.



III
Mi boca...

en pleno verano,
esperará impaciente
que el fuerte invierno de tus besos
llueva sobre mí,
por cada día que no estuviste
por cada día que no estarás.



BESO II

Cuarenta y tres grados bajo sombra,
mis labios trémulo preludio del fin,
tiemblan irreparablemente mientras
exhalas sobre ellos.

Hierven las horas, se deslíe la piel...
Entre tanto, tus dedos delinean mi boca acuosa.
Unos… ochenta y dos grados más
y adentro burbujeando...

Ese mismo efecto se repite
cuando tus ojos se insinúan ante mis labios,
cuando tu boca, besa mi boca.