viernes, 24 de abril de 2009
YENNY YAJAIRA PINILLA C.
En la Foto: El embajador de Colombia en España, Dr. Carlos Rodado Noriega, la poetisas Dina luz Pardo, Meira Delmar, y Yajaira Pinilla.
Poetisa de 35 años, nacida en Ocaña, Norte de Santander y residenciada en Barranquilla. Licenciada en Ciencias Sociales, egresada de la Universidad del Atlántico; Especialista en Gestión Educativa, egresada de la Universidad de Pamplona; Periodista y Relacionista Pública, y gestora de proyectos culturales.
Miembro del Colectivo Cultural Luna y Sol, de la Revista Luna Nueva del Caribe, de la red “Poetas del Mundo”, Plataforma Literaria Club Dante, promotora del proyecto “LOS POETAS VAN A LA ESCUELA” y ha participado en múltiples publicaciones en revistas y periódicos, así como en recitales culturales de la región.
Libros publicados: “Cotidianidad”, Ediciones Luna y Sol (1998) y “Sonidos del Alma”, Orquídea Editores ( 2007).
Finalista del III Encuentro de Poesía Erótica organizado por la Sociedad de Escritores del Atlántico 2008.
Correo electrónico: yajairapinilla22@hotmail.com
“Tres cosas simples pero verdaderamente intensas
han motivado mi vida: el amor al conocimiento,
la búsqueda de la verdad y la familia”:
Bertrand Russell
Observo distante el rostro pálido de los niños en la calle,
exploro en sus ojos una imagen clara del mañana,
busco en sus manos los hilos que tejerán el futuro
y trato de leer en sus labios una canción de esperanza.
Luego de caminar sin permiso por su presente
siento un abismo en medio de sus almas,
siento una corriente de hielo que invade su vida,
siento un sentir tan hondo en mi cuerpo
que me roba por minutos los ojos
y los convierte en riachuelos.
Quiero romper el asfalto de impotencia,
atravesar la calle sin ver el semáforo
y poder escribir en sus vidas
un poema de aliento.
Me pregunto:
¿Qué cosas verdaderamente intensas motivarán sus vidas?
**
Tengo más de treinta y menos de cuarenta, la presbicia, las endorfinas, las hormonas y las canas hacen de las suyas en mi vida.
Sin permiso llegaron y se adueñaron de los restos de juventud que me queda, empezaron a tomar el timonel de la existencia, y a pesar de la resistencia: ellos ahora conducen el barco.
Como oficial de la reserva, visto mi diario de blanco, revisto mi vida de robles florecidos, pinto la marea en calma y sueño con un puerto lleno de estaciones, de canciones, de hijos.
La vida pasa tan rápido como un cuento de la infancia, y yo he dejado de hacerle resistencia.
**
CAMPEÓN:
Para: mi amado hijo Arcturo Zurek
Juégate la vida como en un partido de ajedrez;
piensa cada movimiento lentamente,
no descuides los espacios blancos y negros
de tu existencia,
nunca olvides que somos diferentes,
unos son reyes y otros peones,
unos son caballos
y otros alfiles,
pero todos tenemos un juego que ganar,
una partida por conquistar.
La vida, campeón,
no es más que una lucha de blancos y negros,
de grandes y pequeños,
de buenos y malos.
Tu vida, que es como la mía,
debes saber jugarla,
analizar cada ficha,
derrumbar una torre,
conquistar una reina,
y alcanzar al Rey de Reyes
para ganar la partida más importante: tu vida.
**
De la tierra de mi patria
brota el aroma del azufre,
deja correr en la noche el llanto del volcán,
el grito del arroyo,
el rugir de la hacienda.
Convierte las calles en lamento,
las casas en sepulcros
y las distancias en desiertos.
La tierra de mi patria
se ha hecho sentir
para recordarnos la fragilidad de la vida,
la fuerza del destino
y la vulnerabilidad de mi gente.
En ella, en la tierra de mi patria,
están las huellas de los niños que partieron durmiendo,
está la sombra de las hachas de los hombres
que de trabajar no regresaron
y en el fondo como velo,
el rostro de mujeres que amantan a sus hijos
en medio de la desesperanza.
¡Clamo Dios a tu misericordia!,
pues la tierra de mi patria pareciera no soportar.
**
El jarrón de la consola
espera tu mirada,
la copa de vino servida en la mesa
siente tu ausencia.
En el balcón aún tus pasos,
parece que danzaran como “extraños en la noche”.
Tu voz ahora distante
la oigo en las olas, en el mar,
y tu risa revive como esencia en Arcturo,
esperando que regreses al puerto de partida
donde están encallados tus recuerdos.
**
A las mujeres Wayúu que inspiraron mi nombre.
Yajaira:
“La que es clara como el día...”
(En lengua indígena Wayúu )
En medio del desierto,
de los cactus,
bajo la sombra del trupillo
y las mantas Wayúu,
viven las mujeres de cara redonda,
color panela,
y sonrisa entrecortada.
Mujeres que se forjan en medio del encierro
aptas para fecundar.
Ellas, vestidas de diosa
con maquillaje ancestral
fertilizan la árida Guajira
con la pujanza de sus manos,
con la crianza de sus hijos,
con la lealtad a sus maridos.
Ellas, albergan en la península
la sal como tesoro,
para adobar la existencia de su familia,
para alimentar sus sueños
y no dejar morir la tradición.
Cual más fiel usanza,
cosen sus vestidos,
calzan sus pies,
danzan la Chichamaya,
conquistan a sus hombres,
aman a sus hijos
y rezan a sus muertos.
Ellas, de cabellos negros y ligeros,
de piel oscura y dientes blancos,
“son tan claras como el día”.
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Si supieras corazón que un beso…
un beso es un juego de dos mundos,
un revoleteo de emociones,
una fusión de vidas,
un encuentro de almas,
un recorrido de cuerpos.
No sé qué más decirte de un beso
porque nunca lo he teorizado,
siempre lo he vivenciado,
porque no lo he razonado
lo he disfrutado,
porque un beso es un viaje sin regreso,
es una llegada sin límites,
es una cosa que no sé ni dónde la siento.
¿Qué decirte?
Está bien,
te diré que para Octavio Paz
“el mundo cambia cuando dos se besan”,
que Bécquer no sabía qué dar por un beso,
que Sabina en sus cantos aseguraba
que los besos curaban heridas y creaban adicción,
y Neruda, Neruda veía en un beso la forma de hablar.
Confórmate corazón con saber
que tus besos alegran mi vida.
**
Ángeles azules de verano
son los compañeros de María,
la lánguida mujer que cada mañana
lava la ropa de mi vecino,
no tiene dientes,
no tiene senos,
ni siquiera sueños.
Pobre María que no ha podido soñar,
Porque sus ojos, los del alma,
están cegados por la oscuridad
de la cotidianidad.
Pobre María que no verá sonreír la felicidad.
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Para Meira Delmar con el aprecio
y la admiración que siempre le tendré.
Como presagio de abuelas,
cuatro días antes de su partida
estuvimos en su casa bebiéndonos
el fruto añejo de los viñedos,
compartiendo su vida, su voz, su esencia de mujer.
Álvaro, Dina Luz y yo, vivimos el privilegio
de acompañar su última copa de vino,
el mejor café servido en su mesa
y los recuerdos en bandeja de plata
que le arrancaron sonrisas
y por momentos silencios.
Éramos cuatro a tan sólo cuatro días de su ausencia,
reunidos a las cuatro de la tarde,
con el olor del jazmín de Arabia
que se adentraba por su ventana,
con las atenciones de “Concha”,
con sus ganas de beberse más de una copa,
y su mejor pose para nosotros.
Era la tarde del viernes, su tarde,
en la que disfrutaba
de las historias simples que hablamos,
recorrimos sus amigos, los encuentros,
los poetas, los cantantes,
sus poemas,
y su vida.
En la tarde, su tarde,
que se hizo noche,
nos regaló la Meira de siempre.
**
Anido en el recuerdo
mi cuerpo perfecto,
mi vientre crecido,
mis senos cargados,
mis ojos caídos.
Veo en el presente
la sombra del amor
y le arranco al ayer
las imágenes de mi fecundidad.
Aún parece como si observaras
mi vientre lleno de ti,
como si recorrieras mi cuerpo
queriendo sellarlo con tu vida,
como si no creyeras
que de ti estaba colmada.
Era tu vida creciendo en mi vientre,
eran tus sueños aumentando mi vida,
era tu hijo alimentándose de mí;
era yo,
en medio de una vida,
era yo,
en medio de tu vida,
éramos tú y yo
en la vida del pequeño.
**
Otra vez la ciudad me ha dado rabia,
está agitada,
sus hombres caminan sin rumbo,
con el afán de las fiestas en sus rostros.
Otra vez la ciudad es de idiotas,
llena de luces y sumergida en la oscuridad,
con olor a miel y brisas incansables.
Otra vez mi corazón quiso parar,
pero tras esa luz que no ilumina
está mi luz, mi mundo, mis sueños,
estás tú.
**
Huelo a tierra fértil,
el invierno ha llegado,
sus caudales invaden mi ser,
sólo basta que siembres en mi campo
para ver germinar nuestras vidas.
En la primavera recordaré la riega
y esperaré ansiosa
la llegada del verano
para jugar en tu manantial
como cascada que refresca la vida.
Y en el otoño
deseo verte caer sobre mí, una y otra vez,
como hoja seca que transporta el viento.
**
Estoy como de costumbre
mascando lentamente un chicle con sabor a menta;
busco en cada mordida triturar
los recuerdos amargos,
los momentos que no quiero repetir
y diluir en la saliva el sabor a derrota.
Masco con fuerza el chicle,
retomo el ritmo,
inhalo el dulce aroma de la menta fresca
y aspiro con valentía
beberme el zumo de la vida.
Reparo como álbumes viejos
los retratos congelados del ayer,
sonrío con algunos recuerdos,
lloro por momentos,
pero retomo el presente
después de un doloroso mordisco en la lengua.
Recuerdo entonces que tengo entre mis dientes
una suave goma de mascar con sabor a menta.