viernes, 24 de abril de 2009

FANNY CURE MOLANO





Barranquillera. Administradora de Empresas de la Universidad Autónoma del Caribe, docente y escritora en el área de la literatura infantil, juvenil y cristiana.

Cuentos inéditos: “El dilema del mosquito” y “El paraguas de San Bimba”, “El niño de los naranjos” y “El secreto de la colina verde”.

Literatura Cristiana: “La oración del Padre Nuestro”; “Eso que llaman temor” y “Bienvenidos al Arca de Noé”. Obra en preparación: “David y Goliath”.

Guionista del programa “Chispas”, transmitido por Telecaribe, Telepacífico, Teleantioquia y Señal Colombia, patrocinado por Pesenca. Guionista y actriz de la serie “De la vida real”, transmitida por Telecaribe a través de la programadora Cure Televisión.


Correo electrónico: fanycure@hotmail.com



MIS VIEJOS

Los veo allí. Uno junto al otro
andando lento o no andando,
pero riéndose del tiempo.

A veces en silencio, otras discutiendo
cosas de antes;
escarbando la vida, ignorando desastres,
contando hijas, nietos y bisnietos;
mirando los retratos de los que están lejos,
atesorando momentos,
contemplando la tarde,
repitiendo las mismas historias,
royendo el pasado
y trayéndolo de vuelta al presente.

Los veo allí, en sus poltronas grandes
iluminando el espacio
como faros gigantes de luces interminables,
mirando de lejos las luchas,
pero luchando siempre por algo.

Allí están mis viejos:
con sus cabellos blancos,
su mirada serena,
su sonrisa gastada.

Allí están con su alma gigante,
soñando más sueños.
Diciéndole al tiempo que quieren quedarse.

MI DIOS…

A veces no entiendo
la forma que tienes
de canalizar mis sueños,
de impulsar mi vuelo,
de atajar mi torpeza.

Reconozco que Eres:
sabio ante mi incompetencia,
majestuoso ante mi poquedad,
grande ante mi escasez,
fuerte ante mi debilidad,
alto ante mi pequeñez,
soberano ante mi incapacidad.

Si alguna vez aprendiera
a volar serena hasta tu altura,
entonces brillarían en mí,
tu hermosura y tu majestad eterna,
y elevarías mi vuelo con tu abrazo
para anudar el lazo invisible
entre Tú y yo.

Sólo Tú haces posible
que la verdad incierta
se vuelva perdurable;
que pueda revivir el alma muerta,
que el cielo quede cerca,
que se realicen sueños,
que la miseria acabe,
que la noche pase y que amanezca.

Gracias, mi Dios,
por amarme como soy,
por construirme un santuario
que refleje tu esencia,
por ignorar mi impaciencia,
por mostrarme tu grandeza,
por mi entereza de hoy.
Por bajar desde tan alto
y hacerte cargo de mí,
que soy apenas
una esquirla de arena,
del grandioso universo.

Para dar, sólo tengo
palabras buenas,
sentimientos y entrega.


¿DÓNDE ESTÁS?


Me pregunto si existes o si sólo te inventé
para apaciguar las sombras de mi soledad.

Me estoy cansando de esperar.
El tiempo pasa
y veo la vida cruzar por laberintos oscuros,
sin saber a dónde van,
si por canales abiertos a frescos manantiales
o por canales desiertos que van a otros lugares
perdidos en el tiempo.

Tal vez eres una sombra
que no puedo vislumbrar con cualquier luz.
Pero que puedo sentir en el espacio vacío
al lado de mí misma.

Tal vez te espero donde no estás,
y me alejo más del camino de ida.
Y luego me regreso con las manos vacías.

Regálame al menos
una señal para salir corriendo a buscarte
por el camino de helechos
que no ha marchitado el tiempo.

Y regresar contigo,
al lugar que Dios tenga hecho
para ese eterno amar.


MI TIERRA

La extrañé cuando estaba lejos.
Extrañé a mi tierra pequeña,
extrañé las calles que me vieron nacer
y caminar por el pavimento suelto.

Extrañé el ruido extravagante,
la alegría de su gente,
la fritanga del parque,
las chichas y los guarapos,
los buñuelos de fríjol calientes.

Las papayeras y las cumbiambas
que hacen girar las caderas,
las palenqueras con palanganas grandes,
la playa cubierta de arena negra.

El calor recalcitrante del medio día,
la luna llena, la creciente y la menguante.

La plaza de mercado inundada,
la frutera de la esquina, con jugo de mandarina,
empanada de queso y arepa asada.

Por todo eso, extrañé mi tierra.
La extrañé cuando estaba lejos de ella,
porque se acelera en mis venas la sangre costeña
cuando escucho canciones negras,
vallenato y cumbia de polleras.

Mi costa alegre, mi ciudad, mi Colombia entera,
tierra de libertad y orden como se lee en su escudo,
de paz, como grita su bandera.


TE ESPERO


Enredado en la esperanza de mis sueños,
parece que existieras
y también parece que supieras
que te espero.

Muy temprano te encuentro,
en la incipiente neblina
del primer pensamiento,
y en las noches cabalgas
en el caballo alado de mis sueños,
espabilando el polvoriento suelo,
rescatando mi deseo,
mi desvelo.

Yo te espero...
Quité el cerrojo de adentro
para que pases sin miedo;
abrí también las cortinas
que guardaban los recuerdos…
Y salieron.

He liberado el espacio
para esperar que lo llenes;
no se cuándo vienes,
pero te espero.

LOS TRES

Los vi por primera vez asomarse a la puerta del cielo.
Allí estaban los tres,
uno a uno, llegando en el orden perfecto.

Cuando el capullo se abría en flor
llegaste tú, la mayor,
regalando a mi vientre su primer aliento a mi vida,
el primer encuentro.

En ese tiempo,
parecías una débil muñeca rubia perdida en mis brazos.
Fue cuando las dos, empezamos a tejer lazos de amor,
que aún siguen intactos.

Pasaron los años y llegaste tú, la del medio;
nos amamos también sin remedio,
mientras te mecía en tu cuna de ensueño
me atrapaste,
también me robaste el sueño de cada noche
y el aliento de cada día.
Me envolviste en un velo de encaje
con lazo de terciopelo.

Protestaste decidida cuando llegó el tercero:
el varón, el más pequeño,
que también me robó el corazón.
Llegó pisando fuerte
y reclamando su lugar de privilegio.

Lo logró en seguida
con sus ojos claros, como dos faros en un espejo;
su risa espesa que aún me llena la cabeza,
su pisada decidida, que cuando busca encuentra.
Su dependencia escondida.

También lo esperé en el tiempo,
porque fueron tres los que vi
asomarse en la puerta del cielo.

Y llegaron así, como tenían que llegar
en el orden perfecto.



EL AMOR… QUE MÁS DA

Aún sigues alimentando
el azul perfecto de mis sueños,
el verde esperanza de mi añoranza,
el rojo encendido de mi deseo,
el amarillo dorado de mi recuerdo.

Te siento en la noche larga
y en el día también te siento,
en tu cercanía lejana.

Y luego, cuando te veo
me desmoronas el alma,
me estremeces el cuerpo,
me envuelves en nubes blancas
de pasajera esperanza.

Tal vez no espero nada,
pero puedo soñar que es posible,
engañar abismos y saltar barreras.
Soñar también que a mi manera
puedo invadir tu espacio
y soñar que está vacío,
que el viento trae tus suspiros
y que te lleva los míos,
que me piensas la noche entera,
que sin mí te mueres de hastío.
¡Qué más da!,
tengo derecho a soñar lo que yo quiera.


HUESOS ROTOS

Esto que siento dentro.
Esto triste que siento dentro.

En el aquí y el ahora
y en el caótico evento,
veo el inminente destrozo
de los huesos.

Y en el alma de la sangre,
aparecen los recuerdos
de lo que fueron los tiempos de antes.

Parecen rotos los lazos
en un millón de pedazos.

Los decires fueron tantos,
que ataron el pensamiento recalcantes.

Pero se queda la vida
testigo de hueso y sangre;
y el tiempo para el olvido de pesares.

Vuelve y arranca y da vueltas
el vaivén del universo.
Y comienzan a alejarse los recuerdos.

Y al armarse lentamente
la estructura de los huesos;
en el silencio se siente
sólo el grito de la sangre.